Semana 4
Universidad de la Sabana Bitácora 12 de febrero del 2018
Clase : Investigación Social Profesor: Juan Sebastián Cobos
Clase : Investigación Social Profesor: Juan Sebastián Cobos
Cuarta clase :
Dos regalos
La sesión de Investigación Social estaba por comenzar, a lo sumo hacían falta poco más de 10 minutos para que todos entrásemos al salón y, uno por uno, siguiéramos la rutina curiosa de asistir a la clase. Afuera, un pequeño cúmulo de mis compañeros hablaban de regalos, yo me sentía perdido. ¿Regalos? pregunté confundido.
-Si, regalos, los del día del periodista.
La memoria se refrescó y recordé, irónicamente, que no había reclamado el mío.
Una pequeña botella verde me acompaña desde entonces, aún no la uso, pero me contento con la idea de que quizá me sirva en algún momento de lo que queda de semestre.
Una pequeña botella verde me acompaña desde entonces, aún no la uso, pero me contento con la idea de que quizá me sirva en algún momento de lo que queda de semestre.
En la entrada del salón me uní al grupo de mis amigos que ahora presumía sus termos, para con ellos ingresar a la clase del profesor Cobos.
Particularmente me sentí algo distraido en esa sesión, básicamente porque el hecho de tener una exposición pendiente me ocupaba, haciendo que todo lo que ocurría a mi alrededor pareciera difuminarse, al punto de no darme cuenta de que habíamos comenzado a leer las bitácoras.
La primera en ser seleccionada fue la de Diana Cortés, quien se "lanzó al agua" , argumentando que quería ser leída. Para su fortuna, así fue, su texto pasó por las miradas curiosas de todo el salón, se pronunció en voz alta todo su contenido y se buscó su significado. Propiamente puedo decir que estuvo bien realizado, superó el nivel literal y llegó al analítico e intertextual. Lentamente empezábamos a entender las mecánicas necesarias para confeccionar buenas bitácoras.
Al momento de elegir el siguiente texto un susurro comenzó cerca de mi. Mis amigos, con sonrisas disimuladas coreaban mi nombre. Así que yo sería el siguiente en ser leído. Una pizca de nervios me recorrió, froté mis manos y me resigné a lo inevitable.
Hay que admitir que al principio se siente un poco de pena, a pesar de ya haber visto una electiva con el profesor Cobos, donde la dinámica de clases era similar, por lo que ya había pasado por la misma situación varias veces, pero la cosa es más bien pasajera, con cada palabra uno se examina de una manera diferente, con juicios tranquilos, donde lo importante no es ser perfecto sino aprender.
Aunque mi texto tuvo un par de errores que me hicieron sentir algo de vergüenza, también me di cuenta de que estaba orgulloso de mis palabras, al fin y al cabo yo las había ordenado para crear algo nuevo, la bitácora era una hija de letras e imágenes, un reflejo de mis perspectivas y experiencias, en el fondo era una pequeña parte de mi viajando por las lenguas de todos mis compañeros. Suspiré en silencio y me reí cuando terminó todo.
Pensé que mis amigos me habían hecho un regalo invaluable, me confirieron valentía y amor por mi bitácora. Quizá eso fuera más útil que el termo que nos dio la universidad.
Al parecer mi bitácora le gustó a Cobos, señaló que logré llegar a los niveles intertextual, gracias a que cité un cuento breve de Borges, y analítico, debido a que en una parte me dediqué a reflexionar a cerca de la investigación. Finalmente las bitácoras son ejercicios donde se complementan nuestros conocimientos de investigación con otras herramientas que se aprenden en las demás materias. Convertí, de una manera bien particular, a las bitácoras en mi saco de sparring para practicar la redacción de columnas de opinión. Al parecer funciona bien en ambas direcciones.
Para finalizar el ritual, leímos el texto de nuestro compañero Carlos, nuestro compañero que proviene de Brasil. Me asombró bastante su uso del español que, para no ser su lengua materna, maneja casi a la perfección. Su narración de la clase anterior fue, de lejos, mejor que varias bitácoras que se han leído, su gramática y su sintaxis estaban bien desarrolladas y le concedió un estilo particular y relajado a sus ideas. No fue raro pensar que él escribe mejor que muchos de los estudiantes de comunicación, pues a diferencia de ellos, Carlos se dedicó a aprender un español más formal y bien estructurado, donde respetar las normas es primordial para hacerse entender correctamente.
Etnografía virtual y no virtual:
El siguiente paso en el orden del día eran las exposiciones asignadas para dos grupos. El primero, donde sería expuesta la etnografía, y el segundo, correspondiente a mi grupo, donde expondríamos la etnografía virtual.
Los conceptos son curiosos, el primero proviene del campo de la investigación donde el investigador, valga la redundancia, se dedica a analizar los comportamientos y costumbres de una comunidad. Aquí entra un rol completamente activo en el ente investigador, pues se debe involucrar en el entramado social que desea observar, puesto que únicamente lo entenderá al estar dentro de él. De modo que si alguien desea saber cómo actúan los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, lo lógico es que se adentre en su sociedad, que viva con ellos y vea de cerca cómo se comportan sus individuos.
El segundo concepto es una extensión del primero, es tomar la etnografía clásica y sumergirla en los entornos virtuales. Con esto se busca analizar los comportamientos de los usuarios de las redes sociales, o más propiamente del Internet en general. Es ver cómo actúan mediante la inspección de sus interacciones; los likes, los tweets, los posts y demás acciones cibernéticas pueden ser información valiosa para el etnógrafo.
A mi manera de ver las cosas, la etnografía virtual puede configurarse, sino es que ya lo hizo, en una forma de investigación que analice y determine las causas de comportamientos habituales en los entornos digitales, como el activísimo de sofá, el crecimiento de las fake news o el aumento de popularidad de los discursos de odio. Podría ser el medio para llegar a la explicación que requieren las audiencias, los cientos de usuarios inermes que se debaten entre las falsas verdades que se les ofrecen a todo momento, ayudando a crear climas de polarización poco sanos.
Dunbar, Dunbar, Dunbar:
Por úlitmo, en la clase nos dedicamos a observar un video llamado "Redes 93". En él aparece una figura interesante, el psicólogo inglés Robin Dunbar, creador del número de Dunbar. Esta teoría postula que, aparentemente, nuestro círculo social se limita máximo a 150 personas, pues es lo que nuestro cerebro soporta. Entonces resulta fácil pensar que la visión que tenemos de las relaciones humanas, apoyada en las redes sociales donde fácilmente podemos tener más de 1000 "amigos", es algo completamente vacuo, pues realmente no nos relacionamos ni con un 20% de ese total.
Así hasta Roberto Carlos quedaría mal parado con su "Millón de amigos", quizá si él conociera a Dunbar lo miraría de una forma bien curiosa.
También hablaban sobre el poder que tienen las metáforas a la hora de comunicar, pues estas son como un lazo que ayuda a reforzar las conexiones que hacemos a la hora de narrar un suceso, mejorando notablemente nuestra comunicación. Algo que a mi parecer es bastante acertado y útil para nuestra profesión de comunicadores y periodistas. Quizá sea hora de afinar el músculo del simil.
Ahí terminó la clase, con un anuncio de un preparcial que prometía eximir a 5 personas. Yo tomé mis cosas y salí del salón, pensando en redes y en que, curiosamente, ese día me había vuelto un poco menos tímido gracias a una broma de mis amigos.
Particularmente me sentí algo distraido en esa sesión, básicamente porque el hecho de tener una exposición pendiente me ocupaba, haciendo que todo lo que ocurría a mi alrededor pareciera difuminarse, al punto de no darme cuenta de que habíamos comenzado a leer las bitácoras.
La primera en ser seleccionada fue la de Diana Cortés, quien se "lanzó al agua" , argumentando que quería ser leída. Para su fortuna, así fue, su texto pasó por las miradas curiosas de todo el salón, se pronunció en voz alta todo su contenido y se buscó su significado. Propiamente puedo decir que estuvo bien realizado, superó el nivel literal y llegó al analítico e intertextual. Lentamente empezábamos a entender las mecánicas necesarias para confeccionar buenas bitácoras.
Al momento de elegir el siguiente texto un susurro comenzó cerca de mi. Mis amigos, con sonrisas disimuladas coreaban mi nombre. Así que yo sería el siguiente en ser leído. Una pizca de nervios me recorrió, froté mis manos y me resigné a lo inevitable.
Hay que admitir que al principio se siente un poco de pena, a pesar de ya haber visto una electiva con el profesor Cobos, donde la dinámica de clases era similar, por lo que ya había pasado por la misma situación varias veces, pero la cosa es más bien pasajera, con cada palabra uno se examina de una manera diferente, con juicios tranquilos, donde lo importante no es ser perfecto sino aprender.
Aunque mi texto tuvo un par de errores que me hicieron sentir algo de vergüenza, también me di cuenta de que estaba orgulloso de mis palabras, al fin y al cabo yo las había ordenado para crear algo nuevo, la bitácora era una hija de letras e imágenes, un reflejo de mis perspectivas y experiencias, en el fondo era una pequeña parte de mi viajando por las lenguas de todos mis compañeros. Suspiré en silencio y me reí cuando terminó todo.
Pensé que mis amigos me habían hecho un regalo invaluable, me confirieron valentía y amor por mi bitácora. Quizá eso fuera más útil que el termo que nos dio la universidad.
Al parecer mi bitácora le gustó a Cobos, señaló que logré llegar a los niveles intertextual, gracias a que cité un cuento breve de Borges, y analítico, debido a que en una parte me dediqué a reflexionar a cerca de la investigación. Finalmente las bitácoras son ejercicios donde se complementan nuestros conocimientos de investigación con otras herramientas que se aprenden en las demás materias. Convertí, de una manera bien particular, a las bitácoras en mi saco de sparring para practicar la redacción de columnas de opinión. Al parecer funciona bien en ambas direcciones.
Para finalizar el ritual, leímos el texto de nuestro compañero Carlos, nuestro compañero que proviene de Brasil. Me asombró bastante su uso del español que, para no ser su lengua materna, maneja casi a la perfección. Su narración de la clase anterior fue, de lejos, mejor que varias bitácoras que se han leído, su gramática y su sintaxis estaban bien desarrolladas y le concedió un estilo particular y relajado a sus ideas. No fue raro pensar que él escribe mejor que muchos de los estudiantes de comunicación, pues a diferencia de ellos, Carlos se dedicó a aprender un español más formal y bien estructurado, donde respetar las normas es primordial para hacerse entender correctamente.
Etnografía virtual y no virtual:
El siguiente paso en el orden del día eran las exposiciones asignadas para dos grupos. El primero, donde sería expuesta la etnografía, y el segundo, correspondiente a mi grupo, donde expondríamos la etnografía virtual.
Los conceptos son curiosos, el primero proviene del campo de la investigación donde el investigador, valga la redundancia, se dedica a analizar los comportamientos y costumbres de una comunidad. Aquí entra un rol completamente activo en el ente investigador, pues se debe involucrar en el entramado social que desea observar, puesto que únicamente lo entenderá al estar dentro de él. De modo que si alguien desea saber cómo actúan los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, lo lógico es que se adentre en su sociedad, que viva con ellos y vea de cerca cómo se comportan sus individuos.
El segundo concepto es una extensión del primero, es tomar la etnografía clásica y sumergirla en los entornos virtuales. Con esto se busca analizar los comportamientos de los usuarios de las redes sociales, o más propiamente del Internet en general. Es ver cómo actúan mediante la inspección de sus interacciones; los likes, los tweets, los posts y demás acciones cibernéticas pueden ser información valiosa para el etnógrafo.
A mi manera de ver las cosas, la etnografía virtual puede configurarse, sino es que ya lo hizo, en una forma de investigación que analice y determine las causas de comportamientos habituales en los entornos digitales, como el activísimo de sofá, el crecimiento de las fake news o el aumento de popularidad de los discursos de odio. Podría ser el medio para llegar a la explicación que requieren las audiencias, los cientos de usuarios inermes que se debaten entre las falsas verdades que se les ofrecen a todo momento, ayudando a crear climas de polarización poco sanos.
Dunbar, Dunbar, Dunbar:
Por úlitmo, en la clase nos dedicamos a observar un video llamado "Redes 93". En él aparece una figura interesante, el psicólogo inglés Robin Dunbar, creador del número de Dunbar. Esta teoría postula que, aparentemente, nuestro círculo social se limita máximo a 150 personas, pues es lo que nuestro cerebro soporta. Entonces resulta fácil pensar que la visión que tenemos de las relaciones humanas, apoyada en las redes sociales donde fácilmente podemos tener más de 1000 "amigos", es algo completamente vacuo, pues realmente no nos relacionamos ni con un 20% de ese total.
Así hasta Roberto Carlos quedaría mal parado con su "Millón de amigos", quizá si él conociera a Dunbar lo miraría de una forma bien curiosa.
También hablaban sobre el poder que tienen las metáforas a la hora de comunicar, pues estas son como un lazo que ayuda a reforzar las conexiones que hacemos a la hora de narrar un suceso, mejorando notablemente nuestra comunicación. Algo que a mi parecer es bastante acertado y útil para nuestra profesión de comunicadores y periodistas. Quizá sea hora de afinar el músculo del simil.
Ahí terminó la clase, con un anuncio de un preparcial que prometía eximir a 5 personas. Yo tomé mis cosas y salí del salón, pensando en redes y en que, curiosamente, ese día me había vuelto un poco menos tímido gracias a una broma de mis amigos.
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